Terraduero


Las fiestas patronales se celebran el día 18 de julio, en honor a Santa Marina. Durante estas, se realizan verbenas populares, degustaciones gastronómicas, actividades deportivas, juegos tradicionales, y por supuesto, varias misas y procesiones dedicadas a la Santa. Estas fiestas concentran a un gran número de gentes, que vuelven al municipio de sus padres y abuelos para celebrar en familia y como antaño las costumbres de Castromil.

Otra de las fiestas que reúnen a todos los vecinos es la Festa dos Reis, que comienza el 5 de enero y se lleva a cabo durante varios días, en los que, desafiando al frío, todos los vecinos salen a las calles a recibir al Rey, al Virrey y al Conde (elegidos entre los hombres del pueblo el año anterior). Tras una comida de confraternidad, los vecinos comienzan a recorrer las calles, encabezados por el Rey, que es el encargado de llevar una bandera trabajada con pañuelos de seda y coronada por una manzana con monedas incrustadas. El Virrey siempre va a la derecha de la máxima autoridad y será quien desempeñe el próximo año la función real. Los tres se diferencian por las bandas que cruzan en el torso.

Los más veteranos de la fiesta cantan los Reyes, aleccionado a los más jóvenes, quienes deberán aprender el repertorio tradicional. La estrofa comienza "del Oriente vienen tres reyes, todos tres en compañía, a adorar al Niño Dios, que en Belén nacido había…". La comitiva, al son de la charanga, sigue hasta la puerta de la iglesia para asistir a la misa del día de Reyes, donde los fieles cumplen con la tradición de adorar la imagen del Niño. Como los Magos de Oriente, los Reyes siguen su camino recaudando el aguinaldo de los vecinos que viven en el pueblo y recibiendo de ellos chorizos, huevos y billetes.

Antiguamente, según recuerdan los vecinos, eran unas fiestas espectaculares, ya que los componentes de esta peculiar realeza desfilaban a caballo, por las calles adornadas de alfombras y telas, y ataviados con collares de frutas y colores variopintos. Esta longeva tradición se ha celebrado ininterrumpidamente desde que tienen memoria los más mayores.

En cuanto a sus tradiciones, Castromil sigue manteniendo vivas algunas de ellas, como la matanza del cerdo, a partir del 11 de noviembre. Esta era uno de los grandes acontecimientos en las tierras de As Portelas, ya que reunía a toda la familia y solía durar dos o tres días. Durante esos días todos los familiares y vecinos ayudan en las labores y comen productos de la matanza. Estas labores consisten en matar al cerdo, desangrarlo, chamuscarlo, abrirlo en canal y destazarlo para, posteriormente, hacer adobos, chorizos, morcillas, hojas de tocino, jamones, paletillas, lomos etc.

Mujer en castromilTampoco hay que olvidar otras manifestaciones del patrimonio inmaterial de la zona, como son las historias de contrabando. Y es que, en tiempos remotos, los lugareños más arriesgados vieron en la proximidad con Portugal la solución para paliar las necesidades de los años de postguerra en los que escaseaba todo. De ahí que hayan dejado un reguero de historias y aventuras, donde se cuenta cómo, en noches de correrías, burlando a los guardias por los montes, los sanabreses volvían a sus casas cargados de café, tabaco, toallas, sábanas, harina, pan, legumbres… Siempre pendientes de no tropezar con sus vigilantes. El paso del tiempo, el aumento del nivel de vida en la comarca y el fin de las fronteras han transformado los caminos del contrabando en rutas de senderismo para disfrutar de la naturaleza. No obstante, aún se siguen contando estas historias, contribuyendo así a su mantenimiento.

Relacionada con esta localidad también existe una leyenda, trasmitida de generación en generación y que ha dado nombre al paraje de Forca da Moura. Como indica Vitor Vaqueiro en su libro Galicia Máxica, el apelativo mouro nada tiene que ver con los musulmanes que provenían de Mauritania, sino que hace referencia a unos seres de la mitología gallega, que, según las múltiples leyendas que se propagan por toda Galicia, eran los encargados de proteger los tesoros enterrados de los castros y otros monumentos megalíticos. La única similitud con los musulmanes (siempre según las leyendas) es que tenían la tez oscura y no practicaban el cristianismo. La leyenda de Castromil, en este caso, cuenta que, en el lugar de Forca da Moura, se ahorcó una hermosa doncella moura, ante la prohibición de su raza de mantener su relación de amor con un joven humano. La joven no pudo soportar el dolor de la separación de su amado y buscó en la muerte alivio a su intenso dolor.



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