Terraduero


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El paisaje predominante en Vecilla de la Polvorosa, dada su ubicación en las proximidades del río Órbigo, es, junto con los campos de cultivo, el bosque de ribera. Se trata de un bosque caducifolio, que crece en ambos lados de los cursos fluviales y que presenta una organización compleja, formada por distintos estratos: el estrato arbóreo, en el que destacan los chopos y álamos, y el estrato formado por arbustos, como zarzas, endrinos y rosales, que generalmente se ubican más alejados del agua, en zonas más abiertas. Aún queda algún viejo chopo autóctono. Quizá el más famoso sea el chopo del Prado, tajado por un rayo que lo mutiló en su mitad. En terrenos cercanos se situó un humedal denominado La Charca, donde se criaban multitud de ranas y otros animales acuáticos. Todo ello ofrece un ecosistema de gran belleza, especialmente en la época otoñal, cuando el paisaje se tiñe con una explosión de colores.

En cuanto a la fauna del municipio, podemos encontrar especies típicas del ecosistema mediterráneo, como jabalíes, corzos, zorros, conejos, liebres y, con menor frecuencia, lobos y ciervos. Además, hay que tener en cuenta que Vecilla de la Polvorosa se encuentra un Lugar de Importancia Comunitaria (LIC), la Ribera del río Órbigo y afluentes. Este distintivo tiene como objetivo contribuir al mantenimiento de ecosistemas de gran diversidad biológica, como la que posee este río, en la que destacan mamíferos, como la nutria europea y el desmán ibérico; peces, como la trucha, la bermejuela, la boga y el gobio; y aves, como la garza real, el mirlo acuático, el martín pescador o el aguilucho cenizo, entre otros.

Todas estas características convierten a Vecilla de la Polvorosa en un destino muy apropiado para el turismo ornitológico y cinegético. Además, al estar situado en el valle del río Órbigo, también se pueden practicar la pesca y otro tipo de actividades, sobre todo, en su Playa Fluvial, en la que podremos pegarnos un chapuzón y pasar las largas tardes de verano, a la sombra de los abundantes chopos. Mucha gente, tanto del pueblo como de los alrededores, acudía aquí para pasar buenos ratos en compañía de familiares y amigos. Los más atrevidos, además, hacían uso de la atracción estrella de esta playa, un trampolín, colocado estratégicamente entre los árboles, con maderas a varias alturas, desde las que la gente se lanzaba al agua. En la actualidad, fruto del paso del tiempo y de la disminución de bañistas, el entorno de la playa se ha ido asalvajando y el trampolín de antaño ha desaparecido, junto al árbol que lo sustentaba. Aun así, este sigue siendo uno de los puntos emblemáticos de la localidad, lleno de recuerdos y preciosos paisajes, perfectos para disfrutar de la naturaleza y relajarse.



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