En Calabor, la protagonista es el agua que aflora al exterior de algunos manantiales a 28 grados. Son aguas sulfurosas, ferruginosas y cloruro-sódicas, con numerosas propiedades medicinales. Conocidas desde la época de la dominación romana, las aguas de Calabor han sido explotadas desde tiempo inmemorial. Su fama y utilización datan del siglo XII y hasta mediados del siglo XX funcionó un balneario en el pueblo.

En el siglo XVIII abrió sus puertas el balneario, que ligó para siempre el destino del pueblo a su portentosa agua mineral. El momento de su mayor esplendor fue el siglo XIX, en el que se realizan reformas para realzar su atractivo de cara al incipiente turismo y se registran visitas tan llamativas como la del Conde de Pimentel o la que llegaría a ser emperatriz de Francia, Eugenia de Montijo.

Estas aguas fueron declaradas de Utilidad Pública en 1887 por sus características minero medicinales. El siglo XX trajo la planta embotelladora. Hoy, el agua de Calabor goza de un merecido reconocimiento.

Actualmente está en marcha un nuevo proyecto para volver a poner en funcionamiento el viejo balneario, compartiendo así la riqueza de esta población sanabresa con todos aquellos turistas y viajeros que quieran disfrutar de tan ricas aguas minero medicinales.